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Una día Memorable.

Como toda historia, aunque breve, esta tiene un comienzo, un final y un orden cronológico en el cual se suceden los hechos. En este caso, fue una aventura, un recorrido por sitios bellos y maravillosos en una tarde lluviosa de verano. Como todas esas tardes en las que las gotas y las nubes se convierten en protagonistas, junto al olor de la tierra húmeda y el viento entre los pinos, evocando recuerdos y sentimientos de nostalgia que son bienvenidos para relajarse, respirar profundamente y, en mi caso, disfrutar tomando fotografías.

 

La lluvia estaba anunciada en Bariloche para la tarde, pero no importaba, la decisión ya estaba tomada y nos dirigimos al Cerro Campanario. Nos acercamos a la base y subimos en la aerosilla. A pesar del viento que nos movía de un lado a otro, la sensación de vértigo duró poco, pronto quedamos atrapados por el imponente paisaje de la ciudad de Bariloche mezclado con la inmensidad de árboles y las montañas de cimas nevadas elevandose por sobre los lagos. Era un paraíso, un sueño digno de ser recordado..

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Rumbo a la cima del Cerro Campanario en la Aerosilla.

Llegados al Cerro Campanario, rápidamente echamos un vistazo al hermoso paisaje que nos rodeaba y fuimos a la confitería para hacer tiempo y esperar a que la llovizna nos diera un respiro. Nos ubicaron cerca de un ventanal panorámico que nos deleitó con una vista increíble. Disfrutamos de un café y un licuado, dando forma a una tarde que se anunciaba bastante mojada.

 

Aunque el clima no era óptimo, nos regaló un cielo dramático de una belleza digna de recordar. Después de recorrer todo el lugar, abrigados y mojados, decidimos regresar a la hostería, tomar un buen baño caliente y cenar, para culminar otro día de vacaciones bien aprovechado.

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Vista desde el Cerrro Campanario.

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Vista desde el Cerrro Campanario.
 

Pero, mientras esperábamos en la fila para subir a las aerosillas que nos llevarían de regreso, divisamos a lo lejos una hermosa península con playas de arena y botes de vela anclados cerca de la orilla. Ese tipo de paisajes me atraen de manera especial. Anoté las coordenadas en el celular y durante el descenso en la aerosilla noté que estaba a solo unos kilómetros de distancia. Debíamos ser rápidos para llegar y disfrutar de todo su esplendor.

Y emprendimos viaje hacias la Península de San Pedro.

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Vista de la Península de San Pedro, desde el
Cerro Campanario

 

El asfalto llegó a su fin y tomamos un camino lateral de tierra. Con la humedad, ahora no solo era una llovizna, la lluvia se hizo presente, dejando charcos importantes. Aunque desconocía el terreno, tomé precauciones para no quedarnos atascados.

 

Después de varios kilómetros, llegamos al final del camino, pero no pudimos encontrar la entrada al hermoso lugar que habíamos divisado desde la cima del Cerro Catedral. Aunque nos desilusionamos un poco, decidimos regresar y retomar el asfalto.

 

Sin embargo, siempre hay algo más y no puedo más que expresar mi gratitud a Dios y a mi esposa Laura, mi

 compañera de los últimos 32 años, por acompañarme en esta aventura. Juntos decidimos vivir y disfrutar de todo lo que el camino de la vida nos brinda.

 

De regreso, divisamos un angosto sendero que decidimos tomar con algunas dudas. El suelo de tierra estaba muy húmedo y no me generaba confianza, pero después de pensarlo unos minutos y bajar del vehículo para caminar unos metros, decidimos seguir adelante. Nos llevó hasta la bahía, la playa, la península con los botes de vela y aguas de ensueño.

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Vista de la Playa en laPenínsula de San Pedro, al descender del vehículo y caminar a la orilla del lago.
 

Observando el paisaje ante mis ojos, la lluvia dejó de importarme. Tomé mi mochila con el trípode y caminé unos 200 metros hasta llegar a la orilla. Quedé paralizado unos minutos al contemplar el panorama, era de una belleza y atractivo potenciados por el clima que, en ese momento único, se amigó con el entorno para ofrecer un paraíso subrealista.

 

La lluvia cesó, el viento desapareció y el agua del lago Nahuel Huapi se transformó en un manto de seda suave y tranquila. ¡Los botes flotaban en el cielo! Como amante de la fotografía, comprendo ese estado de concentración total, absorto en todo y conectado con el entorno. Es maravilloso recordar esos momentos.

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Realicé varias tomas fotográficas y regresé a mi vehículo con una sonrisa dibujada en mi rostro y una felicidad indescriptible.

Luego nos dirigimos de regreso a la hostería, una vez en camino nos llamó la atención la hermoso Capilla San Eduardo ubicada cerca del Hotel Llao Llao y frente a Puerto Pañuelo. Esta construcción de madera tan bella y antigua tiene un diseño tan especial que se amolda de manera perfecta con el entorno, es una hermosa obra que deberiamos cuidar para que el paso del tiempo no haga de las suyas.

 

Nos detuvimos cuando anochecía y, aunque los últimos minutos de luz y el cielo casi despejado nos regalaron suficiente claridad para apreciar visualmente todo ese singular paraíso: la iglesia, el hotel Llao Llao rodeado de nubes bajas y cimas nevadas, y Puerto Pañuelo con todos los botes en su muelle. ¿Qué más se puede pedir?

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Fachada de la Capilla San Eduardo.
Bariloche

 

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Vista del Hotel Llao Llao desde la Capilla
San Eduardo


 

El año anterior a estas vacaciones, conocimos esta hermosa iglesia y sentimos muchas ganas de asistir a una de sus misas, conocer su interior y reflexionar con los sermones del Padre. En la puerta de entrada había un cartel que, si mal no recuerdo, hacía referencia a los horarios de las misas y cómo inscribirse para asistir. Lamentablemente, no pudimos hacerlo en ese momento debido a la falta de coincidencia con el horario y a que debíamos regresar a Bahía Blanca, nuestra ciudad, al día siguiente.

 

Un año después, nos encontrábamos en el mismo lugar. Yo estaba tomando algunas fotografías de la iglesia cuando, mágicamente, apareció el Cura, el Padre que oficiaba las misas en la Capilla. Lo vi entrar por una puerta lateral y no pude resistirme a llamarlo. El Padre dio media vuelta y se acercó a mí le pregunté si podía tomar algunas fotos del interior de la Capilla y rápidamente me respondió que sí. Luego, me dijo: "Estaría buenísimo que se queden a la misa, están invitados". ¡Qué emoción! No imaginaba que se celebraría una misa en ese momento, en la iglesia de la cual habíamos hablado tanto con Laura y deseábamos asistir.

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El Padre rumbo a oficiar la misa en la 
Capilla San Eduardo.

 

Terminamos cerca de las 21:00 horas. Fue un final perfecto para ese día memorable, una historia hermosa para contar y una anécdota increíble para transmitir. Regresamos a la hostería, tomamos un baño caliente y nos dispusimos a disfrutar de una feliz noche en una de las ciudades más bellas de Argentina: Bariloche.

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